LOS ACÓLITOS EN LAS COFRADÍAS POR JESÚS LUENGO MENA.

Liturgia

Ante todo hay que matizar que en el mundo cofrade la palabra “acólito” se usa para designar a todo el grupo de servidores que colaboran durante la Misa y en la asistencia de los pasos como portadores de ciriales, incienso, cruz parroquial, monaguillos, etc. En sentido estricto un acólito es el que ha recibido el ministerio instituido del Acolitado, mediante los correspondientes cursos y autorizaciones eclesiásticas.

  1. MIEMBROS DEL CUERPO DE ACÓLITOS

Por lo general, los miembros que componen el cuerpo de acólitos pueden concretarse en los siguientes: el Pertiguero, acólito con mayor responsabilidad ya que es el que dirige al resto de miembros del cuerpo de acólitos tanto en los cultos internos, en los cuales actuaría como maestro de ceremonias, como en los cultos externos; el Ceroferario encargado de llevar los ciriales o portar cirios o velas; el Cruciferario (o Crucífero) que porta la Cruz Parroquial; los Turiferarios encargados de portar los incensarios y que por extensión se aplica también a los acólitos que llevan la naveta o bien se les puede llamar también naveta por el objeto que llevan; el Auxiliar que se aplica al acólito que lleva el canasto con las pastillas de carbón, pabilos y cerillas y por último Acompañante a los que ejercen labores de acompañamiento del Preste en las escasas Cofradías que mantienen esta tradición.

De todas estas figuras la más representativa es la del pertiguero, figura tomada del ceremonial de las catedrales ya que el pertiguero es la persona que abre paso a los canónigos en las procesiones en las que participan los Cabildos catedralicios y que viste de negro. En las Cofradías va señalando las órdenes al cuerpo de acólitos con golpes de pértiga. En cuanto a la vestidura, los acólitos deberían vestir con roquete o sobrepelliz (es la misma prenda), o sea, de blanco, sobre el fondo negro de la sotana, aunque en las Cofradías visten impropiamente dalmáticas (vestidura diaconal) y otros elementos que van en la línea de barroquización de las mismas. Si los acólitos son hermanos de una cofradía llevan la medalla de la misma y el pertiguero viste una indumentaria llamada Ropón similar a la dalmática llevando colgado en el pecho el escudo de la Hermandad en plata. En cuanto a los colores de las dalmáticas y el Ropón del Pertiguero, suelen ser el negro (preferentemente), morado, burdeos y rojo en el caso de ser hermandad sacramental, aunque se usan otros colores en función de la túnica de la hermandad o de su vinculación a determinadas órdenes religiosas a pesar de que se pierde el significado litúrgico. A veces añaden gola en el cuello y medias blancas o negras.

  1. ACTUACIÓN EN LAS CELEBRACIONES

Antes de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para comenzar la Eucaristía el turiferario ofrece al presidente el incensario para que imponga el incienso. 

Acto seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferarios, crucífero con dos ceroferarios a ambos lados o portadores de ciriales, siguen los demás ministros y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay diácono puede portarlo un acólito o un lector instituido, siguen los concelebrantes siempre de dos en dos y el presidente sólo. Cierra la procesión el maestro de ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si preside el obispo). Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en procesión o están de pie deben tener ante el pecho las palmas extendidas y juntas, el pulgar de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando una cruz.

Al llegar al altar el turiferario se coloca a la izquierda y entrega al presidente el incensario para la incensación del altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta. Los ceroferarios han colocado mientras los ciriales en un sitio dispuesto para ello. Como norma general se debe considerar que los acólitos que lleven algo en las manos no hacen reverencia ni genuflexión al llegar al altar. El Evangeliario se coloca sobre el altar, cerrado. Cuando los acólitos están en el presbiterio han de cuidar de no tener sus asientos en el mismo rango que los diáconos y los presbíteros, no siendo correcto que se coloquen directamente al lado del celebrante salvo que estén sirviendo el libro. Permanecen en su sitio hasta el Evangelio, al que sólo acude en procesión el turiferario, que ofrecerá el incensiario al diácono o concelebrante tras las palabras “Lectura del santo Evangelio según…” para que inciense al Evangeliario y también dos ceroferarios que se colocan a ambos lados del ambón con los ciriales en alto permaneciendo así hasta el final del mismo.

Siempre el acólito debe esperar a que el Presidente bendiga el incienso recién añadido antes de retirarse. Mientras se proclaman las lecturas todos deben mirar hacia el ambón, nunca al pueblo. El turiferario puede presentar el incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el Aleluya. Nunca debe el acólito hacer esperar a los celebrantes y siempre es preferible que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes. Terminado de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al sacerdote solo para la homilía o bien pueden volver a la sacristía en procesión hasta que termine la homilía. La manera más correcta de tener las manos durante los momentos en que se está sentado es colocadas sobre las rodillas, tanto los acólitos como los ministros incluido el obispo salvo que lleve el báculo.

En la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la izquierda procurando ofrecer el asa al sacerdote.Igual hace con la del agua. Estas tareas también las pueden hacer otras personas como el diputado de cultos o persona que expresamente quede encargada de ayudar a preparar la mesa, ya que en la práctica el cuerpo de acólitos se limita a una función ceremonial salvo el turiferario, que quizás sea el acólito que tenga una participación más dinámica.

En el Ofertorio para la incensación de las ofrendas se procede como antes dijimos en lo referente a añadir incienso. En este momento de la Misa se inciensa por parte del Presidente a las ofrendas, al altar, la Cruz y finalmente el acólito inciensa al Presidente y al pueblo. También a veces es costumbre incensar a los miembros de la Junta de Gobierno que de manera corporativa presiden en una mesa la representación oficial de la Hermandad. Se debe hacer inclinación profunda de cabeza antes y después de incensar, ya sea a personas o imágenes. Terminada la incensación dos acólitos se dirigen al altar con el lavabo: uno porta el manutergio y a su izquierda el del lavabo aunque este rito es optativo y cada vez se hace menos. Al llegar al Sanctus los ceroferarios toman los ciriales y se dirigen en procesión al pie del presbiterio. Allí permanecen con los ciriales en alto hasta que termine la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo de la doxología final para marchar de nuevo a sus puestos. El turiferario se sitúa de rodillas ante el altar para incensar, con tres golpes dobles, al Pan y al Vino consagrados en el momento de mostrarlos al Presidente a la Asamblea.

En la comunión pueden ayudar a los celebrantes a repartirla, portando las bandejas. Los acólitos comulgan antes, si van a hacerlo. Acaba la comunión presentan las bandejas para ser purificadas, sirven el agua para limpiar el cáliz y retiran el cáliz, los corporales y la patena. Antes de la bendición los ceroferarios toman los ciriales, los levantan y así permanecerán hasta que acabada la Misa se inicie la procesión de salida de manera similar a la de entrada. Es importante señalar que los acólitos que sirven al presidente lo hacen siempre de frente, procurando no darle nunca la espalda.

Es muy importante señalar, en todos los momentos, que los acólitos no deben establecer una barrera entre el presbiterio y el pueblo, de manera que impidan la visión y la correcta participación de los fieles en la Eucaristía, debiendo situarse siempre en lugares discretos y que no entorpezcan. De igual forma deben mantener siempre una compostura seria, acorde con la importancia de la función que están realizando, absteniéndose de bromas o saludos a conocidos. Debe existir siempre un lugar para que los acólitos ceroferarios dejen los ciriales al objeto de que no los sostengan durante toda la Misa y los porten en los momentos indicados. El lugar adecuado de los acólitos cuando no cumplen ninguna función concreta es delante de sus asientos, sentados o en pie, según el momento lo requiera.

Terminamos recordando los momentos en los que el Misal Romano autoriza el uso del incienso durante la Misa:

a) En la procesión de entrada.

b) Al comienzo de la misa para incensar el altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta.

c) En la procesión y proclamación del Evangelio.

d) Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote y a la asamblea.

e) Tras la consagración, al mostrar elevando el sacerdote el cáliz y la sagrada forma.

El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con soltura. De igual forma recordamos que los acólitos ceroferarios deben mantener en alto los ciriales durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la bendición final.

Los golpes del incensario siempre serán dobles, pudiendo hacerse golpes dobles o triples.

Con dos golpes dobles se inciensa a las imágenes de la Virgen o santos. Con dos golpes triples se inciensa a la Cruz, al Santísimo, al sacerdote y al pueblo.

  1. ESQUEMA DE ACTUACIÓN DE LOS ACÓLITOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.

CIRIALES EN ALTO:

* durante la procesión de entrada

* durante la lectura del Evangelio (al oír “Lectura del Santo Evangelio según San…)

* durante la Plegaria Eucarística (justo al acabar el Sanctus)

* durante la bendición al pueblo

* durante la procesión de salida

TURIFERARIO (incienso)

* antes de la procesión de entrada

* al llegar al Altar se le ofrece al sacerdote para que éste inciense al Altar

* antes del Evangelio se le ofrece al sacerdote para que inciense al Evangelario (se le acercará durante el Aleluya)

* tras la preparación de los dones se le ofrece al sacerdote para que inciense los dones y el Altar. Posteriormente el turiferario inciensa al sacerdote, concelebrantes si los hay y posteriormente al pueblo, en todos los casos con dos golpes TRIPLES (al pueblo primero al frente, luego a derecha e izquierda)

* después del Sanctus el turiferario se coloca de rodillas ante el Altar e inciensa con dos golpes triples tanto al Pan como al Vino consagrado. Acabada la incensación puede volver a su sitio.

EL TURIFERARIO NUNCA PONE EL INCIENSO EN EL INCENSARIO. SIEMPRE LO PONE EL SACERDOTE, AL QUE SE LE OFRECE LA NAVETA. DEBE BENDECIRLO.

EL TURIFERARIO HACE REVERENCIA PROFUNDA ANTES Y DESPUÉS DE INCENSAR AL SACERDOTE Y AL PUEBLO.

  1. FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LOS CULTOS EXTERNOS DE LAS HERMANDADES

En el caso de los cultos externos, la función de los acólitos está mucho más clara al menos en lo que se refiere a los servidores de pasos ya que desde hace años los podemos ver delante de los mismos, dándoles seriedad y mayor solemnidad si cabe. De todos modos, hay otra figura como es la del Preste que prácticamente ha desaparecido de las procesiones y que conviene detallar.

La configuración de los acólitos delante de los pasos suele responder al siguiente esquema:

CEROFERARIO CEROFERARIO

PERTIGUERO

CEROFERARIO CEROFERARIO

TURIFERARIO NAVETA AUXILIAR TURIFERARIO

De todos modos, aquí sí que la configuración se da a más variaciones, en especial en el número de acólitos ceroferarios (CIRIALES), aunque si observamos que ésta es la disposición que más se asemeja a lo prescrito para las celebraciones litúrgicas. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene por tanto ningún sentido litúrgico y lo único que hace es dificultar la visión del paso. De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual colocar en los pasos de misterio de algunas hermandades sacramentales seis acólitos ceroferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún sentido en pasos de palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc.) en los que siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico. Además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos turiferarios ya que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las imágenes de Cristo y de María.

Hay que anotar además que lo lógico sería que los dos acólitos ceroferarios traseros escoltaran al pertiguero en vez de ir detrás del mismo. Con respecto a la cruz parroquial, sólo debería haber una cruz parroquial en la procesión y ésta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen, señalando el final de la procesión,debido a su gran importancia litúrgica. Por tanto, no tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de misterio.

Entendiendo el paso como altar en la calle, la función de los acólitos queda encajada perfectamente, siendo el pertiguero el responsable de que los ciriales estén siempre alzados mientras el paso esté levantado y dando las órdenes pertinentes para que el cuerpo de servidores quede siempre lo más cercano al paso. El color de las velas de los ciriales siempre debe ser el mismo que porte el paso que lleva detrás (y no el color de los cirios de las secciones que van delante), otra cosa es la proliferación de colores que se está dando en nuestros cortejos, la cual no siempre responde a los cánones litúrgicos. Digamos finalmente a modo de alegoría que si el paso es el altar, los acólitos son el presbiterio.

Vamos ahora a describir la figura del Preste y su acompañamiento por ser la más desconocida en la actualidad. Pero para ello analizaremos antes la figura del sacerdote en relación con la salida procesional. Todos sabemos que las cofradías son asociaciones públicas de la iglesia. Esas asociaciones realizan (entre otras cosas) cultos, los cuales pueden ser internos y externos. Por tanto, si la presidencia de los cultos internos corresponde a un sacerdote, lo mismo podremos decir de la de los cultos externos.

La presencia del sacerdote en la estación penitencial es por tanto necesaria y diríamos que casi obligatoria por lo prescrito en el artículo 530.6 del actual código de derecho canónico, mostrando al pueblo el carácter eclesial de nuestras hermandades. El sacerdote, normalmente el director espiritual (aunque también puede ser el sacerdote que predicó en los cultos anuales), puede y debe por tanto presidir la estación penitencial de la hermandad en su totalidad. No se nos escapa que por razones de edad y otras obligaciones es complicado hacer completa la estación de penitencia, pero sí podrían hacer un esfuerzo en lugares significativos (entradas o salidas, recorrido oficial, etc).

Una vez aclarado este punto, diremos que el sacerdote puede ir situado en el cortejo en dos lugares: en la presidencia junto al Hermano Mayor (que es donde habitualmente estamos acostumbrados a verlos) o al final del cortejo como Preste, palabra que etimológicamente tiene significado similar a la voz presbítero, mucho más común en nuestros días. Si lo hace en la presidencia de la cofradía, deberá ir vestido con sotana y manteo o con el hábito de la orden religiosa a la que pertenezca. En caso de ir como Preste, su vestimenta deberá ser la capa pluvial normalmente en color morado para las procesiones penitenciales y blanco para las de gloria aunque se admiten excepciones. El Preste suele ir acompañado de uno ó dos acólitos denominados acompañantes y que, en caso de portar un cirio encendido se denomina carráncano o sochantre. En este caso el acólito llevará sotana y roquete.

CONCLUSIONES:

El papel de los acólitos como hemos podido ver a lo largo de este artículo es muy importante e implica un compromiso que no debe durar solo unas semanas sino que debemos impulsar como una forma de vivir la fe dentro de la cofradía que al final culmina con esa ofrenda amorosa a Cristo y María en la salida procesional. Desde las cofradías debemos impulsar la formación de estos grupos, ofreciéndoles nuestro apoyo y brindándoles oportunidades para que puedan aprender los distintos aspectos formativos y litúrgicos necesarios para desempeñar su labor con brillantez. Aquí habría que desarrollar un trabajo formativo con los acólitos para que comprendieran su función dentro de las celebraciones de la cofradía.

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